Las experiencias estresantes en la infancia aceleran el envejecimiento cerebral

Detección precoz y prevención de la demencia en la vejez

18.02.2025
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Se ha demostrado que las experiencias estresantes o traumáticas en la infancia repercuten negativamente en la salud del individuo cuando es adulto. Los afectados se enfrentan a un mayor riesgo de enfermedad y a menudo sufren depresión, trastornos de ansiedad y enfermedades cardiovasculares o metabólicas. Hasta ahora, poco se sabía sobre si tales experiencias podían contribuir al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. Ahora, investigadores de la Charité - Universitätsmedizin Berlin han podido demostrar que las adversidades graves en los primeros años de vida están vinculadas a marcadores mensurables de envejecimiento cerebral acelerado y amplifican los procesos neurodegenerativos en etapas posteriores de la vida. El estudio, centrado en las mujeres, se publica ahora en Annals of Neurology.

"El estrés y los traumas sufridos durante la infancia, como los malos tratos, el abandono, la violencia doméstica, el abuso de sustancias o la delincuencia en la familia, o la pérdida de uno de los progenitores, son experiencias que afectan a un número considerable de individuos en nuestra sociedad", afirma la Prof. Christine Heim, investigadora principal del estudio y Directora del Instituto de Psicología Médica de Charité. "Alrededor del 30% al 40% de la población relata experiencias infantiles altamente estresantes o traumáticas. Tales experiencias pueden dejar huellas moleculares y neurobiológicas e influir en los sistemas endocrino e inmunitario, lo que puede contribuir a elevar el riesgo de desarrollar diversas enfermedades a lo largo de la vida." En su investigación, el equipo de investigación del Prof. Heim trató de determinar si estas experiencias adversas en los primeros años de vida tienen un impacto a largo plazo en el envejecimiento cerebral y contribuyen a los procesos neurodegenerativos.

Biomarcadores, escáneres cerebrales y pruebas cognitivas

El estudio, realizado en estrecha colaboración con el Departamento de Neurología de la Charité, examinó a 179 mujeres de entre 30 y 60 años. Las mujeres tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas, por lo que los investigadores decidieron centrar su atención en este grupo de alto riesgo. "Empezamos realizando entrevistas clínicas para determinar hasta qué punto las participantes habían tenido experiencias muy estresantes o problemáticas en la infancia, antes del inicio de la pubertad", explica Lara Fleck, doctoranda del Instituto de Psicología Médica de Charité y autora principal del artículo. "También examinamos muestras de sangre de los participantes con tecnologías de alta precisión, buscando biomarcadores que indiquen procesos neuroinflamatorios específicos y daños en las células nerviosas".

Los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética para registrar el tamaño de los cerebros de los participantes y las cavidades llenas de líquido cefalorraquídeo. También midieron la función cognitiva de los participantes mediante una evaluación estandarizada y reconocida internacionalmente. "Los participantes debían completar distintas tareas por ordenador. Para nuestro estudio, seleccionamos tres pruebas específicas que pueden detectar signos tempranos de demencia con gran precisión", explica Fleck.

Los investigadores analizaron los datos recogidos con ayuda de modelos estadísticos. Tuvieron en cuenta factores socioeconómicos y síntomas psiquiátricos como la depresión, que también pueden desempeñar un papel en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, para evitar la confusión de los efectos del estrés en las primeras etapas de la vida señalados en el estudio.

El estrés en los primeros años de vida contribuye a intensificar el envejecimiento cerebral

Los resultados de los tres niveles de investigación fueron concluyentes: las mujeres que sufrieron estrés o traumas importantes en la infancia presentaban niveles más altos de biomarcadores de neuroinflamación y neurodegeneración en la sangre, tenían un menor volumen cerebral y mostraban más problemas cognitivos. "Los resultados de nuestro estudio demuestran una relación muy clara entre las experiencias tempranas de estrés psicosocial o socioemocional y el envejecimiento cerebral acelerado en las mujeres. Parece que las experiencias estresantes en las primeras etapas de la vida aumentan el riesgo de desarrollar trastornos neurodegenerativos", añade el Prof. Heim. "Ahora es necesario seguir investigando para arrojar luz sobre los mecanismos subyacentes, de modo que puedan idearse tratamientos adecuados para interrumpir las vías de la enfermedad de forma selectiva y en una fase temprana".

"Necesitamos comprender mejor los factores de riesgo que intervienen en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, sobre todo teniendo en cuenta el notable aumento de dolencias como el Alzheimer", afirma el Prof. Matthias Endres, Director del Departamento de Neurología de la Charité. "Nuestros hallazgos arrojan luz sobre conexiones hasta ahora desconocidas, lo que las hace aún más importantes". Sin embargo, no todas las personas que sufren traumas infantiles desarrollan demencia. Muchas personas demuestran una notable capacidad de recuperación, que les permite soportar crisis graves sin sufrir daños a largo plazo. Según los investigadores, los medios para fomentar la resiliencia tras experiencias estresantes en los primeros años de vida son un tema clave para futuros estudios.

El hecho de que muchas más mujeres que hombres desarrollen demencia es una de las razones por las que los investigadores se centraron en las mujeres en este estudio. En futuras investigaciones, la Prof. Heim y su equipo esperan examinar si existen correlaciones similares entre los hombres. "Los resultados de la investigación que hemos obtenido hasta la fecha se refieren únicamente a las mujeres", afirma la Prof. Heim. "No nos permiten concluir, sin embargo, que las mujeres con experiencias estresantes en sus primeros años de vida corran un riesgo mayor que los hombres".

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