Obesidad: la predisposición genética como causa, los fármacos de la terapia de la diabetes ayudan

22.07.2022 - Alemania

El sobrepeso u obesidad severa es uno de los factores de riesgo más importantes en los que se puede influir para el desarrollo de la diabetes de tipo 2. La obesidad o el sobrepeso severo suele desarrollarse en los afectados durante la infancia y la adolescencia. Antes de 2020, uno de cada siete niños en Alemania era obeso, una tendencia que ha aumentado aún más desde 2020 con los efectos de la pandemia de la corona.

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Una encuesta representativa de Forsa, realizada por la Sociedad de Adiposidad (DAG) y el Centro Else Kröner-Fresenius (EKFZ) de Medicina Nutricional de la Universidad Técnica de Múnich, mostró que uno de cada seis niños en Alemania aumentó de peso, casi la mitad hizo menos ejercicio que antes y aproximadamente una cuarta parte comió más dulces. Los expertos prevén un nuevo aumento de los casos de diabetes en las próximas décadas. La Sociedad Alemana de Diabetes (DDG) insiste en la importancia de la prevención y hace cada vez más campaña para desestigmatizar las enfermedades no transmisibles, como la obesidad y la diabetes de tipo 2.

Durante la pandemia de la corona, el 39% de los alemanes ganaron una media de 5,6 kilos, y entre las personas con obesidad llegó a ser de 7,2 kilos. "En toda Alemania, 800.000 niños y adolescentes padecen obesidad, entre ellos unos 100.000 adolescentes con obesidad extrema", afirma el doctor Martin Wabitsch, jefe del Departamento de Endocrinología y Diabetología Pediátrica y del Laboratorio de Investigación Endocrinológica del Hospital Universitario de Pediatría y Medicina del Adolescente de Ulm. Y añade: "Una proporción considerable de adolescentes con obesidad extrema ya tienen una tolerancia a la glucosa alterada". Actualmente, el diabetólogo y endocrinólogo pediátrico está tratando en sus horas de consulta a un paciente de 15 años con obesidad que ya tiene diabetes de tipo 2.

"Nuestras condiciones de vida actuales -con falta de ejercicio y con un excedente siempre disponible de alimentos ricos en calorías- desempeñan un papel importante en el desarrollo de la obesidad", explica Wabitsch. Sin embargo, hoy en día también se sabe que los afectados tienen una predisposición genética a la obesidad: "Constantemente descubrimos nuevos genes y variantes genéticas que influyen en el peso corporal en unas condiciones de vida determinadas". Aproximadamente en uno de cada cinco niños con obesidad grave, existe una variante genética en el genoma que es responsable de un mal funcionamiento de la regulación del hambre o la saciedad en el cerebro. "Estos jóvenes enfermos desarrollan la obesidad ya en la edad preescolar", dice Wabitsch. Para ellos, los enfoques de terapia conductual sin tratamiento adicional no muestran resultados satisfactorios con respecto al control del peso.

Recientemente, el fármaco liraglutida, que ya se utiliza en adultos para el tratamiento de la diabetes de tipo 2 y la obesidad, ha sido aprobado también para el tratamiento de niños y adolescentes a partir de los doce años. La liraglutida pertenece a la clase de fármacos denominados miméticos de la incretina o agonistas del receptor GLP-1. "Este fármaco imita el efecto saciante de la hormona intestinal GLP-1 y funciona bien en combinación con un ajuste del estilo de vida, es decir, más ejercicio y un cambio en la dieta", explica Wabitsch. "Con esta terapia combinada, los jóvenes pacientes sienten por primera vez saciedad en lugar de hambre constante: una actitud completamente nueva ante la vida". Los todavía nuevos conocimientos sobre las causas genéticas de la obesidad y también el efecto de los nuevos medicamentos ayudan a aliviar la carga psicológica de los afectados y sus familias. "Tenemos que desestigmatizar la obesidad en la sociedad, pero también en el sistema médico", subraya Wabitsch. El nuevo programa de gestión de enfermedades para la obesidad, que está desarrollando actualmente el Comité Federal Conjunto (G-BA), también podría contribuir a ello. Ya se está estudiando la posibilidad de diseñar un programa de tratamiento estructurado independiente para niños y adolescentes con obesidad tras su aprobación. De este modo, se reconocerá la obesidad como una enfermedad y se permitirá que los niños y adolescentes reciban un tratamiento conforme a las directrices basadas en la evidencia.

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