Microplásticos: contaminación alimentaria que podría perjudicar el funcionamiento de nuestro intestino
Las funciones inmunitarias de la pared intestinal se ven alteradas
Sharon McCutcheon on Unsplash
Las micropartículas de polietileno (PE) presentes en nuestros alimentos podrían tener un impacto en el buen funcionamiento de nuestro intestino. En cualquier caso, se trata de una hipótesis sólida a la vista de los trabajos realizados por Mathilde Body-Malapel* y su equipo en un modelo de ratón. Tras seis semanas con una dieta contaminada con micropartículas de PE, la estructura y las funciones inmunitarias de la pared intestinal de estos animales se ven alteradas, y la composición de su microbiota intestinal se vuelve anormal.
Los plásticos están por todas partes en nuestro entorno. Al descomponerse en partículas microscópicas, contaminan el suelo y el agua, y luego nuestros alimentos y el agua potable. El polietileno es uno de los plásticos más utilizados, por ejemplo, en envases, bolsas de plástico o lonas agrícolas. La literatura informa de que las micropartículas de PE se encuentran en nuestras heces, nuestra sangre y en la placenta. "A pesar de su abundancia, estas micropartículas han sido poco estudiadas y se desconoce su impacto en el intestino", informa Mathilde Body-Malapel. De ahí la puesta en marcha de este estudio en ratones. "Optamos por estudiar el impacto de dos tamaños de partículas, que corresponden al rango inferior de las que suelen encontrarse en las heces. Esta elección se hizo de acuerdo con la literatura, que informa de que el impacto de las micropartículas es mayor cuanto menor es su diámetro. Además, las cantidades administradas -alrededor de 100µg/g de alimento- son cercanas a las que estamos expuestos.
¿Debemos temer un efecto cóctel?
En primer lugar, esta investigación muestra una proliferación anormalmente alta de las criptas intestinales, que se encargan de renovar las células del epitelio (es decir, la pared del intestino). A continuación, demuestran que la función de barrera del epitelio del colon está deteriorada, lo que es esencial para la inmunidad intestinal. Localmente, la sobreexpresión de citoquinas también favorece el mantenimiento de una inflamación crónica local. Por último, varias especies bacterianas parecen verse alteradas por las micropartículas de PE: por ejemplo, los lactobacilos -conocidos por proteger la función intestinal- son más raros en la microbiota de los ratones expuestos a PE.
Si estas anomalías se encuentran en los seres humanos, estos microplásticos podrían ser considerados como contaminantes que suponen un grave riesgo para la salud humana. Evidentemente, esta hipótesis está pendiente de comprobación. "Todas estas observaciones son elementos que sugieren que estas micropartículas podrían influir en el riesgo de ciertas enfermedades cancerosas, inflamatorias o inmunológicas", explica el investigador. Ella y su equipo ya están planeando varias líneas de trabajo nuevas: la primera pretende estudiar el impacto de los contaminantes plásticos que se encuentran en nuestros alimentos acercándose a las condiciones de la vida real. Para ello, los científicos estudiarán diferentes formas de partículas, ya que las no esféricas parecen ser más abrasivas para nuestros tejidos, así como mezclas de diferentes plásticos que contienen algunos de los aditivos más utilizados en los alimentos. "Al igual que con otros contaminantes químicos, se supone que existe un efecto cóctel -o sinérgico- cuando la composición de las micropartículas es diversa, al igual que nuestras exposiciones diarias", explica Mathilde Body-Malapel.
Por último, el investigador desea saber si los ratones que padecen una enfermedad inflamatoria intestinal (EII) crónica ven agravada su patología por estas micropartículas, y si tienen un impacto comparable en muestras de epitelio humano, sano o enfermo de EII, cultivadas in vitro. "Estos resultados se utilizarán para determinar una posible causalidad entre la exposición a los microplásticos y estas enfermedades intestinales.
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