El papel fatal de las células T en COVID-19
El mecanismo de seguridad se pone fuera de servicio
BIH/Birgit Sawitzki
En la actualidad, es prácticamente seguro que un sistema inmunitario disfuncional desempeña un papel clave en la COVID-19 grave: Las células inmunitarias hiperactivas atacan y destruyen los tejidos del propio organismo, incluso si la infección vírica real ya ha sido contenida o incluso superada. La profesora Birgit Sawitzki, jefa del Departamento de Inmunología Traslacional de la BIH, está especialmente interesada en el papel de las células T en la infección por el SARS-CoV-2. "Las células T son las conductoras de toda la orquesta de células inmunitarias y moléculas de señalización", explica. "Las células T auxiliares hacen posible el desarrollo de una defensa selectiva mediante anticuerpos adaptados, las células T asesinas destruyen específicamente las células infectadas o malignas del organismo, y las células T reguladoras se encargan de que todo se mantenga sincronizado". Desgraciadamente, ciertas células T son responsables de una evolución especialmente grave de la COVID-19".
El mecanismo de seguridad queda fuera de juego
"Sabíamos que la infección por el SARS-CoV-2 hace proliferar células T que reconocen y responden específicamente a la proteína de la espiga, incluso en los pacientes que desarrollan un curso grave de la enfermedad. Por tanto, el curso grave de la enfermedad no se debe aparentemente a que la respuesta inmunitaria sea demasiado débil", explica Philipp Georg, coautor del presente trabajo y estudiante de doctorado con el profesor Leif Erik Sander del Departamento de Enfermedades Infecciosas y Medicina Respiratoria de Charité. Sander desempeñó un papel clave en la investigación y dirigió la parte clínica del estudio, entre otras contribuciones. Para averiguar el papel que desempeñan las células T en la COVID-19, los científicos utilizaron análisis unicelulares para examinar la sangre de pacientes con enfermedad leve o grave por COVID-19 y la compararon con la sangre de sujetos sanos y de pacientes con otras infecciones víricas. Descubrieron células T que portaban la molécula CD16 en su superficie en individuos con COVID-19 grave. "Esto fue una sorpresa para la comunidad inmunológica", informa Sawitzki, "porque el CD16 se espera en realidad en las células del sistema inmunitario innato, como las células asesinas naturales o los monocitos, pero no en las células T que pertenecen al sistema inmunitario adquirido o específico."
La CD16 ayuda a las células del sistema inmunitario innato a reconocer y eliminar las células infectadas por virus en el organismo. La molécula detecta los anticuerpos unidos a las células infectadas por el virus y, a continuación, estimula a las células inmunitarias para que liberen enzimas citolíticas, que destruyen las células infectadas por el virus. Sin embargo, las células T no necesitan esa ayuda. "Las células T identifican las células infectadas por el virus a través de su receptor de células T, que se une específicamente a los componentes virales presentados, estimulando así a la célula T para que destruya la célula objetivo. La activación adicional por parte de CD16, independiente del receptor de células T, puede aumentar significativamente la función destructiva de las células T", explica Sawitzki. "Esto es peligroso porque las células T tienen en realidad un mecanismo de seguridad incorporado: Utilizan sus receptores de células T para localizar sustancias proteicas extrañas, de modo que su actividad se dirige únicamente contra las células del cuerpo infectadas o alteradas. La activación a través de CD16 anula este mecanismo de seguridad, permitiendo atacar a las células vasculares no infectadas."
El sistema del complemento también está implicado
Los investigadores observaron en experimentos de laboratorio que, al entrar en contacto con los anticuerpos, las células T CD16 positivas liberaban moléculas citotóxicas y dañaban las células vasculares pulmonares. En colaboración con investigadores de Aquisgrán, también descubrieron células T positivas a CD16 en los pulmones de pacientes de COVID-19 fallecidos. "Esto confirmó nuestra sospecha de que estas células desempeñan un papel fatal en el curso de la enfermedad COVID-19", explica Rosario Astaburuaga García, una de las autoras principales y estudiante de doctorado con el profesor Nils Blüthgen, del Instituto de Patología de Charité y del Instituto de Investigación Integrativa para las Ciencias de la Vida de la Humboldt-Universität zu Berlin. "Nos sorprendió el hecho de que las células T activadas CD16 positivas no se encontraran en individuos con otras infecciones graves como el VIH o la hepatitis".
Mientras buscaban el origen de las células T CD16 positivas, los científicos dieron con el llamado sistema del complemento: Éste abarca más de 30 proteínas que se disuelven en el plasma sanguíneo para ayudar a defenderse de los microorganismos. Se activan en el transcurso de la respuesta inmunitaria mediante diversos mecanismos, como la unión de anticuerpos, y conducen a la eliminación de las células infectadas. "Hemos descubierto que ciertos componentes de este sistema se producen abundantemente en pacientes con un curso grave de COVID-19 y contribuyen a la aparición de células T CD16 positivas. Aquí parece que hemos descubierto un nuevo e importante vínculo", sospecha Sawitzki. "Si se confirma este vínculo, la inhibición del sistema del complemento podría ayudar a reducir al mínimo los cursos graves". Esta es precisamente la vía que los científicos quieren seguir explorando ahora.
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