La herencia genética de la Edad de Piedra influye en nuestras posibilidades de tener una vida larga
"Las variaciones en el gen APOE tienen la mayor contribución genética a la longevidad"
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Nuestro estilo de vida influye mucho en nuestra esperanza de vida, como nuestro nivel de forma física o si fumamos o tenemos sobrepeso. Otros factores externos como los contactos sociales, las condiciones ambientales o la educación también son importantes. Además, nuestros genes también ayudan a determinar cuánto tiempo podemos llegar a vivir. La longevidad en los seres humanos significa vivir hasta los 95 años o más con una salud relativamente buena. "Las variaciones del gen APOE son las que más contribuyen genéticamente a la longevidad", afirma la profesora Almut Nebel, del Instituto de Biología Molecular Clínica (IKMB) de la Universidad de Kiel (CAU).
El gen APOE es la base de la apolipoproteína E (APOE), que desempeña un papel importante en el metabolismo de los lípidos como componente de las lipoproteínas. Las tres variantes ε2, ε3 y ε4 son relevantes para la longevidad. La APOE ε4 se asocia a un riesgo muy elevado de enfermedad de Alzheimer y, en consecuencia, puede acortar la esperanza de vida. La APOE ε2, en cambio, aumenta las probabilidades de vivir una larga vida, y la ε3 se considera neutra. En Europa, las tres variantes se distribuyen de forma bastante desigual, con una frecuencia de la variante desfavorable ε4 que disminuye desde el norte (22%) hacia el sur (6%). Las frecuencias ε2 y ε3 también varían mucho geográficamente, siendo la ε3 generalmente la más común (al menos el 70%) y la ε2 la variante más rara en una población (como máximo el 12%). Un equipo de investigación dirigido por el profesor Nebel ha sido el primero en utilizar la paleogenética para investigar las causas de esta distribución. Recientemente han publicado sus resultados en la revista Aging Cell. "Hemos podido demostrar que la distribución actual de las variantes en Europa se debe principalmente a dos grandes inmigraciones hace 7.500 y 4.800 años, y a la posterior mezcla de grupos de población", explica Daniel Kolbe, primer autor del grupo de investigación de Nebel. "Las diferencias entre el norte y el sur de Europa pueden explicarse principalmente por estos dos procesos demográficos", afirma Kolbe, que realiza su doctorado en el grupo de formación en investigación Investigación Evolutiva Traslacional (TransEvo) (GRK) de la CAU.
Este hallazgo es completamente nuevo. Hasta ahora, las diferentes frecuencias de las tres variantes genéticas se habían atribuido principalmente a la selección natural. Esta suposición se basaba en datos genéticos de personas que viven en la actualidad. "En nuestro trabajo hemos incluido secuencias de ADN de esqueletos arqueológicamente bien datados. Éstos nos permiten viajar atrás en el tiempo y explorar así directamente la posible influencia de acontecimientos del pasado", afirma Kolbe. La investigación incluyó más de 358 conjuntos de datos de muestras óseas de hasta 12.000 años de antigüedad. Con ellos se calcularon las frecuencias de las variantes de APOE en diversas poblaciones prehistóricas y medievales de Europa. Sorprendentemente, según Kolbe, los cazadores-recolectores móviles de la Edad de Piedra tenían una alta frecuencia de la variante ε4 (alrededor del 40%), que desde la perspectiva actual se considera perjudicial, mientras que la ε2 no era detectable. En cambio, los primeros agricultores sedentarios tenían una frecuencia muy baja de ε4 (en torno al 4%) y alta de ε3 (alrededor del 91%). "Estas diferencias surgieron probablemente como adaptaciones a las dietas y estilos de vida específicos de los dos grupos", afirma Kolbe. Sabemos por estudios modernos que la actividad física puede reducir el riesgo de enfermedad de Alzheimer en los portadores de ε4. "Es probable que nunca sepamos si los cazadores-recolectores padecían Alzheimer o cómo pudo estar implicada la ε4. Pero es posible que literalmente se adelantaran o escaparan de la variante mala, ya que periódicamente recorrían largas distancias a pie", explica Kolbe. "Nuestro estudio apoya así la recomendación de que un estilo de vida activo merece la pena, especialmente para el aproximadamente 15 por ciento de alemanes que tienen la variante ε4". Por el contrario, ε2 y ε3 parecen haber representado una ventaja para los primeros agricultores. APOE ε2 puede haber contribuido a una mejor digestión de las dietas ricas en almidón, que a menudo estaban en el menú de los agricultores. A su vez, APOE ε3 probablemente favoreció el almacenamiento de calorías en forma de grasa como reserva para tiempos difíciles. Es probable que estas adaptaciones específicas no estén relacionadas con la longevidad, que bien podría ser un fenómeno moderno.
Este estudio subraya lo importantes que son los planteamientos de la investigación en biología evolutiva para muchos retos de la era moderna. "Nuestros resultados muestran cómo una predisposición genética desfavorable puede compensarse con un estilo de vida adaptado, lo que en este caso es especialmente relevante para el envejecimiento de la población actual", explica el último autor, Nebel, que lleva mucho tiempo investigando las bases moleculares de la longevidad.
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